lunes, mayo 20

Más impuestos para hacer basura

Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.

Viendo la cantidad de deslealtades de unos para con otros, políticos y apolíticos, se llega a la conclusión de que cuando alguien es falso antes fue amigo. El enemigo no es falso, se exhibe tal y como es, mientras que el amigo falso se presenta de súbito e inflige más daño que quien, desde el primer momento, obró de enemigo. Todo el mundo dice ser y tener amigos, pero cuando se examina con detalle la lista en uno y otro sentido se percata uno de que es más bien exigua. Aún con esta certeza, llama la atención –por preocupante– ese arrebato delator de algunos “amigos”, consistente en revelar infidencias de un amigo de quien le escucha, para demostrarse así como mejor amigo que aquel que acaba de ser sujeto a cargos. Al reprochar esta conducta, se acostumbra a exponer una justificante: “es que entre amigos no hay que taparse nada”. Nada más falso, porque el sigilo no es complicidad sino muestra de buen trato y a un amigo –a uno de verdad y de esos que hay pocos– no se le maltrata. ¿Imaginan ustedes si esta premisa se siguiera en política? ¿Cuántos agravios se ahorrarían ellos y nos habrían privado de conocer?

Ya que hablamos de amigos, nos duele lo que le ha pasado a Alexander López. Por los hechos que condujeron a la decisión de retirarle la investidura él había hecho todas las consultas del caso y estaba convencido, con muy buena fe, de que no incurría en doble militancia. Sin conocer el texto completo de la sentencia del Consejo de Estado, por seguir ésta una línea jurisprudencial reiterada –y a nuestro juicio errónea– confiamos en que Alexander pueda defenderse por vía de tutela, al ser una decisión de única instancia. Los señores magistrados del Consejo de Estado yerran al interpretar simples manifestaciones de apoyo como actos de militancia activa y equiparan hablar bien de un amigo –o contradictor– con un respaldo público e inequívoco. Alexander fue un gran representante a la Cámara y un mejor senador, disciplinado, convencido e interesado por los derechos de la mayoría. Su ausencia se sentirá en la coalición de gobierno y en el Congreso en pleno, que pierde a uno de sus más destacados exponentes.

Hay un individuo, némesis de Alexander y cuyo nombre estamos estableciendo, que tuvo la desfachatez de afirmar –tanto en privado como durante una sesión de debate en la Cámara– que su propósito durante la discusión de la reforma a la salud no es otro que el de “sabotear” y romper el quórum. Un sinvergüenza que en algunos sectores de clase alta ven como “lo último en guarachas” y que tratan como un lord porque viste saco y corbata mal anudada. Al señor representante no lo eligieron para perturbar el desarrollo de las sesiones legislativas, le votaron para tomar decisiones en representación de su electorado, y no lo decimos nosotros, lo dice la ley. Tome postura, representante, que no hay nada de deshonroso en defender el status quo y que si sigue de taimado puede que uno más grande y más experimentado le pase por encima y le quite el protagonismo que tanto ansía.

Temerosas están algunas personas propietarias de bienes raíces por la amenaza de un incremento en el impuesto predial. Faltan explicaciones y muchísima precisión en los términos, porque si bien es cierto que hay una enorme porción de terrenos rurales infravalorados, también hay miles de propiedades en centros urbanos que están sobreestimados en comparación con su valor comercial. A buena hora el gobierno precisó que el incremento operaría como la horquilla superior en el avalúo de bienes que no han sido sujetos a actualización catastral, pero aun con esta claridad persiste un temor fundado de un alza “a la topa tolondra”. Conviene recordar que aunque la propiedad esté afecta al interés general, existe un derecho fundamental a la vivienda que le corresponde al Estado garantizar y concretar en acciones puntuales.

Y para los amigos de la alcabala: hace menos de un año se aprobó un recaudo sin precedentes, que exigirá de los ciudadanos destinar más dinero al pago de sus impuestos. Si con lo apropiado y pendiente de ser recaudado no alcanza, ¿no será el momento de pensar en medidas de control del gasto? Podría comenzarse, por ejemplo, con la cantidad de plata de los ciudadanos que la señora alcaldesa Claudia López ha resuelto destinar –y dilapidar– para hacerse publicidad a meses de abandonar el cargo. Y así como ella, habrá decenas de mandatarios regionales y locales raspando la olla y gastando valiosos recursos –que no son de ellos sino de sus administrados– en volantes, periódicos y plásticos que terminarán en la basura.

Adenda: leímos la entrevista del doctor Gustavo Gallón, embajador de Colombia ante las Naciones Unidas en Ginebra, en las que informó del interés del gobierno colombiano por hacer parte del Consejo de Derechos Humanos de la organización. Por personas como el doctor Gallón confía uno en que las cosas van adelante. Esperamos que esta aspiración se haga realidad pronto, pues no se nos ocurre mejor persona para ocupar esa silla en representación de nuestro país.

Adenda dos: como es costumbre, el Congreso no busca a un contralor que controle sino a uno que satisfaga su apetito de prebendas. Llegan las fechas de ordeño del presupuesto público.

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